Hablaba hace poco de Kinhin, la meditación caminando de los monjes zen. Hoy he disfrutado de una visita teatralizada a un monasterio románico. Con bromas, ganándose de calle las risas de los asistentes, uno de los actores mostró cómo caminar por el claustro en oración.
Oriente y occidente han desarrollado sus técnicas y por más que unas nos resulten manidas, mientras que otras parecen exóticas y atractivas, coinciden en mucho.
El arrastrar los pies del claustro o los pasos cortos del zen, el run-run de los mantras o el sonido monótono de los rezos… A veces me divierte ver cómo sólo cambiar un nombre (providencia por universo, por ejemplo) provoca rechazo o atracción según en quién, por más que la idea que se expresa sea la misma.
En el viaje del héroe (el que nos lleva a ser nosotros mismos y alcanzar nuestra plenitud) explorar nuevos caminos es fundamental. Pero la novedad no reside en la estética.