Cuando creemos que nuestra misión es liderar a la organización hemos empezado a equivocarnos.
Podemos aprender más de Julio Cesar. En especial de su mayor error (ayer escribía sobre el primer triunvirato desde el punto de vista del liderazgo: liderar-organizaciones).
Tras la conquista de las Galias, el poder y la popularidad de Cayo Julio Cesar son enormes. Pompeyo y la facción del Senado denominada Optimates (hoy sería el equivalente a un partido ultraconservador) tratan de desactivar su poder requiriéndole que abandone el mando de su ejercito y vuelva a Roma para ser juzgado por desobediencia (no dejaba de ser cierto que Cayo Julio olvidó pedir permiso al Senado para iniciar su conquista). Todos sabemos cual fue la consecuencia. Cesar cruza el Rubicón al mando de sus tropas e inicia una guerra civil de la que resulta vencedor.
Cuando asume el gobierno de Roma la ciudad está en estado de revuelta. Cesar restaura el orden, acaba con lal hambruna, inicia un vigoroso proyecto de obras públicas que engrandece la ciudad y, más importante, garantiza trabajo y sustento para sus habitantes, extiende la ciudadanía romana a muchas de las tierras conquistadas, reduce el precio de los alquileres en la ciudad en aras de los más desfavorecidos… La República no sólo recupera el orden en tiempo récord, sino que entra en una fase de mucha mayor prosperidad. Sin embargo, mi propuesta es aprender del mayor error de Julio Cesar.
En algún momento, quizás sin que él se diera cuenta, el propósito de Cayo Julio Cesar pasa de ser «la mayor gloria de Roma» a «liderar Roma hacia su mayor gloria». La diferencia es abismal.
Se hizo nombrar dictador, figura legal en Roma, ideada para solventar momentos de crisis (aunque nunca por más de seis meses, y su nombramiento fue para diez años). La prosperidad siguió en aumento y ya se planeaban nuevas conquistas… Pero pocos días antes de ponerse al frente de sus legiones y marchar hacia el este, Cayo Julio Cesar recibió veintitrés puñaladas en las escaleras del Teatro de Pompeyo cuando entraba a una reunión del senado. ¿Los asesinos? Los propios senadores.
Cesar había confundido engrandecer Roma con ser el líder que engrandece Roma. A partir de ahí, de ese error, retira el poder del Senado y de sus colaboradores. Sólo sus decisiones cuentan. El resto, lo que hoy llamaríamos su equipo, está ahí solo para obedecer. Para ejecutar. A Julio Cesar le habría gustado la palabra «ejecutivo».
Cuando decimos que nuestra misión es liderar a nuestra organización hacia su siguiente etapa (a una expansión, a recuperar la viabilidad, a la digitalización, a triunfar en la cuarta revolución industrial… da igual en qué consiste la «siguiente etapa»; siempre hay una siguiente etapa) cometemos el mismo error que Julio Cesar. Al convertir «liderar» en nuestra causa, estamos afirmando que debe ocurrir de nuestra mano. Hemos perdido la actitud de servicio. Lo importante ya no es el éxito de la organización en la «siguiente etapa». Lo importante es nuestro liderazgo.
- La primera consecuencia del error será que dejaremos de generar líderes. Nuestros equipos estarán compuestos por ejecutivos. Puntualmente, eso sí, nos quejaremos de su falta de iniciativa. Pero siempre premiaremos su disciplina. Los mejores, los que deberían ser los líderes de nuestra organización, se irán.
- La segunda consecuencia es peor. No recibiremos veintitrés puñaladas a la entrada de una reunión del Comité. Las formas han cambiado. Se tomarán decisiones que nunca llegarán a ejecutarse. Las reuniones se volverán defensivas, con cada responsable exponiendo sus puntos con precaución y pactos previos. La información sólo fluirá con filtro y maquillaje. Se discutirán una y mil veces muchos problemas sin llegar a decir una sola palabra sobre los verdaderos problemas… Esas serán nuestras veintitrés puñaladas.
- La tercera consecuencia es la peor. El liderazgo es contagioso, tanto en lo brillante como en la patológico. Cuando la causa del líder es liderar, la causa de sus ejecutivos es mantener o aumentar su cuota de poder. Como en ausencia de una causa la única referencia es la cuenta de resultados, los valores se perderán por el camino (la famosa brújula moral). Aparecerán las contabilidades creativas, los software para falsear la lectura de emisiones de los motores, el clientelismo, la corrupción…
Después del asesinato de Julio Cesar, Roma siguió creciendo. Pero ya no era Roma. La República murió con él. El siguiente líder, Octavio Augusto, fue el primer emperador. Cayo Julio Cesar fracasó en su causa en el momento en el que la confundió con ser el líder que la conseguiría.
¿Defines tu rol como «liderar para que la organización…»? (si lo has hecho no te engañes con un «pero lo que yo quería decir era…»; las palabras siempre revelan pensamiento) ¿Cuál es la causa de tu organización? ¿Estás a su servicio o al servicio de ser el líder que la consiga? ¿Detectas ya en tu organización alguna de las veintitrés puñaladas?
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