He aprovechado un paseo por la playa para recordar una práctica que hace ya tiempo abandoné. Durante un tiempo acudí con tanta frecuencia como pude a un dojo Zen. Siguiendo su norma, practicaba zazen (meditación sentado) durante cincuenta minutos y después kinhin (meditación caminando, o más propiamente: sólo caminar) durante diez.
No puedo decir que mi paseo por la playa haya sido un autentico kinhin. Primero, no ha estado precedido por la meditación sentado. Segundo, y más importante, ni mi postura era la apropiada, ni mis pasos tan pequeños como medio paso y sincronizados con la respiración. Sin embargo he reconocido las sensaciones.
En la meditación, sea cual sea la técnica empleada, el desapego de los pensamientos y emociones, permite precisamente que pensamientos y emociones más profundos surjan. La meta no es, sin embargo observar estos últimos. Es necesario dejarlos también pasar con desapego y ecuanimidad. El objetivo no es ver los pensamientos y emociones que nuestra mente produce y almacena sin cesar, sino ser: darnos cuenta de nuestra esencia. Experimentarla.
Abandoné el zen hace tiempo. Mi práctica habitual ahora es vipassana. Kinhin, la meditación andando o «sólo andar», me ha recordado lo más importante: buscar eso que llamamos «meditación» en cualquier actividad.
Si te apetece probarlo, date la oportunidad. Para una buena aproximación, camina lentamente. Deja que tu vista se pierda sin interés algo por delante de ti. Observa cualquier cosa que pase por tu mente (ideas, recuerdos, emociones…). Ten presente que igual que llegaron se irán (impermanencia). Evita considerarlos buenos o malos, agradables o desagradables (ecuanimidad). Y déjalos marchar. ¿Cómo conseguir algo tan difícil? Centra tu atención en las sensaciones en tus pies. Las sensaciones físicas y reales que provoque el contacto con el suelo y el movimiento de tu cuerpo. Y en nada más
Si te apetece, deja aquí algún comentario de la experiencia.