Nos han puesto en contacto con algo básico.
Lo básico muchas veces pasa desapercibido. Nuestro futuro, el que continuamente imaginamos, se revela ahora como nada más que eso: fantasía, imaginación.
Estamos experimentando nuestra fragilidad.
Como sociedad, vemos que el sistema que hemos creado no soporta unas pocas semanas de interrupción. Confiábamos en ese futuro imaginado sin darnos cuenta de la debilidad de sus cimientos. Bastan unas pocas semanas para que el hambre y la pobreza se acerquen a personas que ayer nos cruzábamos por la calle. El chico que trabajó de socorrista el verano pasado en la piscina de la urbanización donde yo solía vivir ha pedido ayuda a los vecinos. Comida, no dinero. Bastan quince días para que nuestro frágil sistema muestre sus grietas.
Como individuos, más allá de las dudas sobre el futuro, el sufrimiento propio, o la tristeza que nos causa el ajeno, nos han recordado que podemos morir en cualquier momento. No necesariamente por este virus. En cada pensamiento y cada acción damos por hecho que viviremos mucho más. Ahora nos recuerdan que eso es sólo una parte de esa fantasía a la que llamamos futuro.
Procuramos ignorar la muerte y hemos olvidado lo que es la vida.
La vida es la respuesta que cada uno damos a nuestro anhelo. Esto no significa hacer en cada momento lo que nos da la gana. Hacer en cada momento lo que nos da la gana es dar respuesta a las distracciones que ocultan nuestro anhelo.
La misma sociedad que nos está mostrando su cara más frágil nos ha proporcionado todo tipo de distracciones. Formación, diversión, información, entretenimiento, dinero, poder…. Distracciones que sólo cubren un vacío que todos sentimos alguna vez, tanto si las disfrutamos ahora como si las imaginamos en el futuro. Pero cubrir el vacío no es llenarlo, y todos hemos sentido ese vacío alguna vez. Lo que nos diferencia es si lo afrontamos o lo rechazamos.
Estamos entrenados para rechazar el vacío.
Entendemos el progreso, personal y colectivo, como un proceso de aceleración cuyo objetivo es tener cualquier cosa en cualquier momento. Luz en la oscuridad, cualquier tipo de comida, cualquier persona, cualquier información, cualquier lugar, de inmediato. Perseguimos la inmediatez porque la espera sin distracción nos hace mirar al vacío. La inmediatez nos priva de la experiencia y, con ella, de la sabiduría. Sólo en la espera, en la pausa, afrontamos el vacío y crecemos.
Afrontar el vacío es comprender que vivir es la respuesta a nuestro anhelo: Vivir una vida que refleje quién somos. Que refleje nuestra identidad, nuestra alma.
Ahora nos han retirado las distracciones.
No sólo las que podríamos disfrutar ahora, también las que incluíamos en la fantasía del futuro, porque ahora no nos atrevemos a imaginar el futuro. Nos han recluido en el ahora sin casi nada que nos distraiga de nosotros mismos.
Somos capaces de los mejor y de lo peor. Siempre podemos elegir entre ambas opciones. Decir que no tenemos otra opción es siempre una excusa; la cobardía de no enfrentar un esfuerzo, un miedo o una pérdida. Siempre podemos elegir entre esas dos opciones. Ahora podemos elegir entre seguir viviendo en la superficie de nosotros mismos o enfrentar el vacío, entender nuestro anhelo y convertirnos por fin en quienes somos.
Enfrentar el vacío, entender nuestro anhelo y convertirnos por fin en quienes somos tiene una sencillez que nos parece infantil. Y ahí radica su dificultad.
Seguir viviendo en la superficie de nosotros mismos nos obliga a seguir buscando distracciones. Mirar por nuestros deseos en lugar de mirar por nosotros mismos. Nos lleva por el mismo camino de complejidad que nos ha traído hasta aquí. Nos obliga a seguir encontrando distracciones cada vez más variadas o sofisticadas. Tanto, que desembocan en una fragilidad que no soporta dos semanas de interrupción. Podemos salir de esta situación iguales a como éramos al entrar en ella. Es una opción.
Enfrentar el vacío y entender nuestro anhelo es algo a lo que no nos han enseñado. Hemos aprendido a tomar el conocimiento de otros. Confundimos maestros y mentores con modelos. Imitamos, identificándonos con quién no somos, atraídos por el brillo del poder, del dinero, de la diversión… Distracciones. No hemos aprendido a ser nosotros mismos.
Enfrentar el vacío, entender nuestro anhelo y convertirnos por fin en quienes somos, tiene una sencillez que nos causa rechazo. Preferiríamos una metodología, un proceso, algo sofisticado que de respuesta a algo tan importante. Pero no es así. Si fuera lo suficientemente complicado entenderíamos por qué no lo hacemos. Pero no lo es.
Enfrentar el vacío, entender nuestro anhelo y convertirnos por fin en quienes somos, no requiere más que enfrentar la pregunta y darle respuesta. Aunque no sepamos si es verdad. Sólo al vivirlo sabremos si es verdad. ¿Cómo es la vida que refleja mi identidad? ¿Cuál es la vida que refleja mi alma?
Identidad, alma, yo… Discutir sobre las palabras es una distracción más. Lo esencial es enfrentar la pregunta y darle una respuesta. La mejor respuesta que podamos, aunque nada ni nadie nos pueda confirmar que es verdad. También sabemos que no es mentira.
Es una pregunta grande. Requiere pausa, tiempo. La inmediatez la deja en blanco. Por eso responderla es afrontar el vacío.
Es una pregunta grande. Ayuda partirla y responder a cada pieza en el orden adecuado.
Primero es quién quieres ser. No qué quieres tener o con quién quieres estar.
Después es qué quieres hacer para ser quien eres y tener lo que quieres tener.
Después, con quién quieres estar.
Si cambiamos el orden fallamos porque el tener abre la puerta a todas las distracciones e invita a perderse en la fantasía del futuro.
Ninguna de esas preguntas admite inmediatez. Requieren pausa y silencio. Nos lo han dado. Nos han puesto en contacto con lo básico. Podemos elegir mirar, permanecer en silencio, enfrentar el vacío y permitir la pausa hasta que alcancemos la respuesta. Podemos apresurarnos, contestar lo de siempre y salir igual que entramos. O podemos distraernos. Siempre podemos elegir entre esas opciones.
Reflexión muy acertada pero que requiere valentía y cambio en nuestro modelo de vida que tanto añoramos ahora y que pensamos que es lo mejor que tenemos … hay que mirar más hacia nuestro yo interior !!
Muchas gracias Regino
Muchas gracias a ti, Eva
Muy buena reflexión Regino. Me
Ha gustado mucho, gracias.
Muchas gracias Sol. Un abrazo!