«Si no hay riesgo, no hay diversión. No se puede vivir a tope si no te juegas algo». La frase es de Paul Auster. La dejó en La vida interior de Martin Frost.
No estoy seguro de que la diversión requiera riesgo, pero si Auster, con su «vivir a tope», se refería a una vida con plenitud y sentido, le compro la afirmación.
Ya a nadie le extraña oír hablar de liderazgo con propósito (haz memoria; no hace tanto, no era así). Tener un sentido claro, un «para qué» coherente con quién somos, es una característica de los buenos líderes. Definir ese propósito, pulirlo, hacerlo brotar de la confluencia de quién somos y nuestro contexto, no es una tarea fácil.
Pero muchas veces resulta más difícil el paso a la acción. Consagrarse a ese propósito, convertirlo en la causa que da sentido a nuestro esfuerzo casi nunca es gratis. Para seguir ese camino hay que arriesgar mucho y me atrevo a decir que siempre hay que perder algo. Para conseguir unos cuantos amaneceres, tenemos que aceptar al menos un atardecer.
¿Qué estás dispuesto a arriesgar?
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