Asistimos a una ola de curriculum falseados y títulos bajo sospecha de haberse obtenido con favores. Cuando existe obligación legal de estar en posesión de un título, además de mentira hay delito. Nada que opinar ahí. Pero, ¿qué lleva a mentir sobre la formación cuando nadie te está pidiendo una titulación concreta?.
Hace mucho tiempo que las empresas dejaron de obsesionarse por los licenciados con notas más altas. Está más que probado que estar entre los diez primeros de una promoción no guarda correlación con convertirse en un profesional de éxito.
Hoy leemos que las empresas más punteras prestan poca o nula atención a las titulaciones a la hora de contratar.
Sin embargo, muchas personas siguen escribiendo el nombre de alguna famosa universidad americana en el lugar más destacado de su curriculum (o de su perfil en LinkedIn) pese a no haber hecho allí más que un curso de una semana. Y alguno habrá que ni siquiera ha estado en contacto con la universidad en cuestión.
¿Qué esconde esa mentira? Bajo mi punto de vista, detrás hay una preocupante desconfianza en uno mismo. Un temor a no ser suficiente que se trata de cubrir con un ropaje ostentoso. Un no sentirse legitimado para hacer aquello que ofreces hacer.
¿Qué necesitas para sentirte legitimado a algo? ¿Es algo que viene de dentro o de fuera?
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