Un mes sin escribir. En mi descargo podría decir que he tenido cuatro programas de liderazgo en cinco semanas o que he dormido muchas más noches en hoteles que en mi casa o que por fin está lanzada la web de Wave-8 y preparado el primer programa abierto… Pero no puedo esquivar el olor a excusa.
Por supuesto que he tenido ratos de ocio. Incluso leí una novela en uno de los vuelos. Sé que ocio no es sinónimo de innecesario. Tampoco de inútil. Sin embargo, pese a pensar así, siento que debería haber encontrado los momentos para escribir y para no descuidar algunos otros temas que también he descuidado.
¿Cuál es el nivel de exigencia con uno mismo? Confieso que para mí hay una zona gris entre la máxima exigencia sana y el exceso. En el pasado me ha llevado a no pocas noches sin dormir (y de cuando en cuando al peligroso voluntarismo) y hoy aún me trae una desagradable sensación de fallo.
A punto de abordar un mes que se anuncia como más fácil, con sólo un programa de liderazgo fuera de Madrid, la pregunta es ¿hasta dónde?
¿En qué momento la exigencia para con uno mismo pasa de lo sano a la traición?