Convivimos con la incertidumbre. Incluso cuando más cierto nos parece el futuro es tan incierto como cuando más. Pero a veces, y estos días son una de esas veces, la incertidumbre es tan alta y tan patente que nos puede llegar a bloquear.
En general tenemos un propósito, generamos un plan o una estrategia para alcanzarlo y nos fijamos objetivos; hitos concretos que nos permiten concretar y medir nuestro avance.
Pero como dijo John Lennon, la vida es eso que pasa mientras nosotros hacemos planes. También mientras tratamos de llevarlos a cabo. Y en tiempos como los que corren, la vida hace que pasen muchas cosas que no estaban en nuestro plan.
Cuando nuestro foco está en el plan, muchos imprevistos nos parecen amenazas, y malgastamos energía luchando contra la realidad. También puede que nos sintamos incapaces de tomar decisiones inteligentes por la brecha que se ha abierto entre lo que esperábamos encontrar y lo que la realidad nos está trayendo .
Por contra, otros imprevistos, los que podrían ayudarnos, nos pasan desapercibidos. Estamos tan ocupados buscamos en nuestro entorno lo que necesitamos según el plan que no vemos las cosas que no habíamos imaginado, pero que nos podrían ayudar. Una de las claves del liderazgo auténtico es el procesamiento equilibrado: la capacidad de ver la realidad tal cual es, sin caer en sesgos que nos impiden ver lo que de verdad está pasando.
Cuanto más alta es la incertidumbre, más importante es centrarnos en nuestro propósito, más importante es tener clara nuestra intención, olvidando, si es preciso, el plan.
Cuando mantenemos el foco en nuestro propósito somos capaces de mirar a todo lo que ocurre, lo hubiéramos imaginado o no, sin buscar nada concreto. Sólo preguntándonos: ¿cómo puede esto servirme? Así podemos tomar decisiones inteligentes para de seguir construyendo nuestra visión: el futuro que queremos para nosotros.