¿Vemos la realidad o lo que alguien quiere que veamos? ¿Vemos sólo lo que confirma nuestra opinión?
Hace poco descubrí una serie de televisión: Sherlok. Imposible para mí ser objetivo al juzgarla. Me conectó con mis lecturas de Conan Doyle cuando era un niño y podía llegar a tomarme como algo personal que un amigo valorase a Hercule Poirot por encima del inquilino del 221B de Baker Street.
La serie refleja muy bien la base del método de Holmes: su capacidad para fijarse desapasionadamente en todos los detalles, sin que ninguna idea preconcebida le aparte de la realidad.
Además de permitirme disfrutar de una versión modernizada de algunos de los casos del detective, la serie me llevó a pensar en las situaciones que afrontamos con una idea preconcebida de lo que está ocurriendo; las conversaciones que iniciamos creyendo saber lo que nuestro interlocutor piensa, siente y desea; las historias que nos creemos porque encajan en nuestra forma de ver el mundo o, simplemente, por que nos beneficiaría que la realidad fuera verdaderamente así; o las versiones a las que damos credibilidad por empatía con quien nos las cuenta, sin conceder siquiera una sospecha a que, consciente de ello o no, nos esté manipulando.
Vemos muchas veces lo que otros quieren que veamos (ese es el mal de John Watson, compañero y cronista de Sherlock) o lo que alimenta nuestras ideas preconcebidas (como le suele pasar a Lestrade, el inspector de policía que sufre y se beneficia a la par de la genialidad del detective).
¿Cómo asegurarnos de que entendemos lo que de verdad está ocurriendo sin ser víctimas de nuestros propios sesgos? ¿Cómo prestar idéntica atención a todos los detalles? ¿Cómo vaciar nuestra mente de ideas o expectativas para evitar focalizarnos en lo que nos da la razón? ¿Cómo, a fin de cuentas, consultar a Sherlok Holmes sin resolver el difícil problema de insuflar vida a un personaje de ficción?
Encuentro tres respuestas a todos esos “¿cómo?”. La primera es la curiosidad. Está demostrado que la mayoría de las personas dejan de leer un artículo en el periódico en el mismo momento en que éste expresa ideas contrarias a las suyas. También sabemos que la reacción mayoritaria a un argumento contrario a nuestras ideas es interrumpir la escucha para empezar a preparar la respuesta.
¿Qué ocurre si sustituimos esas reacciones por curiosidad? La curiosidad de entender qué lleva a otros a pensar como piensan o la de averiguar qué significan realmente un dato o un hecho que desafían nuestra visión de la situación.
No obstante, para entregarse a la curiosidad sobre un hecho o una opinión, primero hay que ser capaz de captarlos. Y ahí esta la segunda respuesta: la atención.
La mayoría de las deducciones geniales de Sherlok Holmes nacían de la atención a un detalle que todos los demás pasaban por alto. “Estaba ahí, pero usted no lo vio” es uno de sus más frecuentes reproches a Watson.
Muchas de nuestras más pobre decisiones nacen de una mala lectura de la realidad. De perdernos detalles que están ahí, expuestos para que nuestra atención los capture.
La atención se desarrolla igual que un músculo. Forzándonos a prestar atención. Muchos de los mal llamados cursos de meditación son en realidad cursos de atención (el término inglés midfulness significa atención plena, lo cual no es más que el paso preliminar de la verdadera meditación) y en ello, en entrenar la atención, reside su valor.
Cada vez que nos esforzamos por estar atentos a todos los detalles de una escena o en no perder ni una palabra ni un gesto de nuestro interlocutor estamos incrementando nuestra capacidad de atención. Y más importante aún: estamos ganando enteros para entender la realidad: lo que verdaderamente está pasando en cada momento.
La tercera respuesta es la más esquiva. El desapego. Elegimos inconscientemente los datos que corroboran nuestra opinión o que coinciden con nuestro deseo. Tenemos mucha más facilidad para ver y oír lo que nos da la razón. Queremos resolver los problemas tan deprisa que imaginamos la solución y después buscamos las evidencias que nos la confirmen.
Para percibir una situación con desapego necesitamos no anticipar nada y desinteresarnos, tanto como podamos, del resultado final. Mientras analizamos la situación, nos tiene que dar igual lo que la situación signifique. Para mí, concentrarme en que nada es bueno o malo en sí mismo es la antesala del desapego.
Te invito a que (es lo que yo hice cuando Sherlok resolvió por fin en la serie el extrapolado a nuestro siglo caso del sabueso de los Baskerville), consultes a Sherlok Holmes. Piensa en algunas de las situaciones que sean importantes ahora en tu vida y que requieran una decisión. ¿Qué es lo que de verdad está ocurriendo? ¿Todos los elementos que estás considerando son datos y hechos o algunos forman parte de tu creencia de “como son las cosas”? ¿Has mirado la realidad tratando de confirmar tus suposiciones o con curiosidad y desapego? ¿Has dado más o menos peso a algo en función de quién te lo contó sin preguntarte por qué esa persona lo ve así?
¿Te has convertido en el doctor Watson, aceptando ver (o no ver) lo que otros quieren que veas? ¿O eres más bien Lestrade, buscando evidencias que corroboren tus soluciones preconcebidas?
Mi conclusión personal fue que cojeo más como Watson que como Lestrade, pero lo más importante fue que la consulta a Sherlok Holmes me trajo más claridad sobre un par de asuntos importantes. Me encantará que me comentes si te sirvió de algo a ti. Curiosidad, atención y desapego.
Para acompañar la reflexión, y aunque la inspirase un detective muy diferente, de propongo disfrutar de Private investigations, de Dire Straits. La versión, por supuesto, la de Alchemy.
Regino, que gran reflexión!
Primero porque me he vuelto a ver en mi infancia rodeado de los libros de Mister Doyle! Segundo porque los «ingredientes» que comentas describen para mi el vivir el momento presente: curiosidad, atención y desapego. Aunque además de estos tres, por mi parte incluyo en la coctelera un cuarto ingrediente que se entrelaza con los otros: compasión.
Gracias a esta reflexión ya tengo a quien hacer preguntas pertinentes: a mi Sherlock…. A ver que responde.
Como comentas en otras entradas, esta reflexión da para grandes conversaciones….
Gracias por este gran blog!
Julien
Gracias Julien. Seguro que compartiremos muchas de esas conversaciones
Me encanta tu refexión, Regino. La comparto completamente. Para mí esos sesgos son atajos mentales que nos permiten ser más operativos en la realidasd inmediata. No por ello, nos acercan a la verdad, al revés, nos alejan. Como bien dices,, la curiosidad, la atención y el desapego nos ayudan a dejarlos atrás, cual antídoto. Si me permites yo añadiría, siguiendo a Julien, la valentía para intentarlo, y la valentía para acoger la nueva realidad o al menos la nueva interpretación de la misma. Que como dices en tu uúltimo escrito del blog, seguro que implica que algo viejo debe morir.
Gracias!
Sin duda: valentía para acoger la realidad y para actuar sobre ella.
Gracias Ruth!
Uno ya no sabe si las frases que se hacen célebres fueron originariamente pronunciadas por los firmantes o atribuidas a ellos para ganar credibilidad, pero he leído en distintas variantes ésta: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”, atribuida (o de) Albert Einstein. Trabaja en la misma línea que tus reflexiones. Para no caer en lo mismo se necesitan curiosidad, atención y desapego. Aunque añadiría otro elemento clave: la ilusión, no como ilusionismo, sino como motor de la acción, el interés por llegar a una nueva costa. Ese elemento alimenta la curiosidad y, bien llevado, puede facilitar la atención. Aunque suele ir en contra del desapego. Porque lo que Albert no dijo es que el resultado distinto que se busca suele estar preconcebido. Si no es así, parece que no hay un objetivo a alcanzar y que todo queda en manos de la suerte…
https://www.youtube.com/watch?v=9b6A6ThCc6o
Siempre he pensado que si Albert Einstein hubiera dicho todo lo que le atribuyen no habría tenido tiempo para contribuir a la física… Pero eso no le quita un ápice de validez a la frase.
Coincido contigo en que la ilusión es fundamental. El desapego es lo que evita que pasemos de tener ilusión por algo a que nos hagamos la ilusión de que la realidad es lo que nos gustaría que fuera y no lo que es.
Un abrazo, compañero. No esperemos a otra compra de consumibles en Irlanda para vernos.