Los domingos me gusta levantarme temprano e ir al centro de Madrid con la cámara. Llegar cuando aún hay poca gente en las calles. Tal vez, como hoy, desayunar en la Buñolería Modernista (la chocolatería de San Gines en el mundo real, pero hoy prefiero llamarla como lo hizo Valle-Inclán en Luces de Bohemia). Recorrer las calles sólo con la intención de pasear y de tirar alguna foto, quizás alguna buena. Buscar ángulos, sombras, algún matiz diferente, en aceras por las que he pasado mil veces… Cambian los ojos, no las esquinas. Casi nunca el paseo tiene rumbo, pero hoy, al poco de atravesar la plaza Mayor, surgió una idea.
Plaza de Jacinto Benavente, calle de la Cruz y a la derecha, estrecho e insignificante, el callejón del Gato (la calle de Álvarez Gato, según reza su cartel) cuyos espejos cóncavos y convexos fueron metáfora del esperpento de Valle-Inclán.
«Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato», afirmaba Max Estrella. A los ojos del maestro y en boca de su poeta ciego, la sociedad y el tiempo que le tocaron no eran sino la deformación grotesca de una cultura superior, como la que ofrecían esos espejos de los viandantes.
Me senté a tomar algo en una terraza a pocos metros del callejón. Cada uno de nosotros es, pensé, un reflejo deformado de nuestros referentes. De nuestros héroes. Pero en esa deformación, lejos de la desesperación de la última noche de Max Estrella y del pesimismo y crítica de los cafés del noventa y ocho, reside nuestra esencia, si sabemos buscarla. Y nuestra grandeza, si acertamos a desarrollarla.
Nos inspiramos en nuestros héroes, grandes o cotidianos. Aprendemos de ellos y, como un reflejo, devolvemos al mundo su imagen deformada con matemática de espejo cóncavo. Pero esa deformación no tiene por qué ser esperpento. Esa matemática de espejo cóncavo contiene nuestra esencia. Bien construida, es la fórmula que tendrá por resultado nuestro legado y nos convertirá en héroes, grandes o cotidianos, para alguien más.
Miremos con ojos de escultor la imagen deformada de los referentes que nos inspiraron. De ese cincel saldrá nuestra obra maestra.