De repente tenemos tiempo para pensar. Cuarentena mediante, que no es lo ideal; pero eliminados cines, paseos, parques y demás aparece tiempo para pensar. Pensar, aclararé, incluye también sentir.
Hay un test infalible: cuando algo te viene a la cabeza (o al corazón o al alma) y sientes irreprimibles ganas de consultar las redes sociales, poner un mensaje a un amigo, encender la tele o aliviar el peso de la nevera, ese algo es justo en lo que necesitas pensar. Por experiencia lo sé.
Tal vez ese algo es el miedo a cómo quedará todo después de esta crisis, incluida nuestra forma de ganarnos la vida. Quizás es el tedio o la inercia que nos acompañan desde hace tiempo. Puede ser una situación personal, familiar… pueden ser las dudas sobre si vivimos una vida que merece la pena. A veces es una ligera insatisfacción o un anhelo desatendido… que quizás no miramos por si acaba teniendo consecuencias mayores.
¿Qué tal si, ya que por las malas nos han regalado tiempo, le echamos un vistazo?
La actitud es la clave en ese vistazo que propongo. En Kyudo, la primera postura de las que llevan a disparar la flecha se llama Yo I: «conseguir el corazón correcto». Propongo que ese corazón correcto, la actitud con la que enfrentemos ese vistazo, lo marque esta pregunta:
¿Qué vida quiero crear como reflejo de quien soy?
Y como el alma es débil, a modo de antídoto para posibles falsas salidas del laberinto en el que nos metamos, dejo caer un buen consejo de Platón: «Lo que diferencia a un hombre libre de un esclavo es que el esclavo puede quejarse». ¿Hace falta añadir algo?
Atrevámonos a dedicar este tiempo revisarnos. Y si hace falta, a reinventarnos.
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